En el corazón de la Selva Negra alemana se yergue deslumbrante la silueta del Castillo de Neuschwanstein. Construído por Luis II de Wittelsbach, el rey romántico pasó sus últimos días en esta fantástica propiedad.
Aunque su apariencia denota el paso de los siglos, en su momento fue una de las construcciones más modernas en su tipo. Posee agua potable (todo un avance para la época), calefacción central por un intrincado sistema de agua caliente que recorre sus paredes y una fina artesanía en sus maderas, artesonados y mármoles.
Una de las consignas del rey (que continua siendo uno de los monarcas más amados por el pueblo bávaro) fue que toda la mano de obra que se ocupara en el castillo fuera originaria de la región. Esto sin dudas fue un singular impulso a los orfebres, artesanos y ebanistas que debieron perfeccionar sus tecnicas para la construcción y desarrollar una estética tan particular y refinada que perdura hasta nuestros días.
Cuentan que este castillo fue la inspiración de Walt Disney para el diseño de su inolvidable palacio de la Bella Durmiente. Sus magníficas torres, sus innumerables ventanas, el grueso conjunto de piedras que forman sus muros y la exhuberante vegetación de la región, constituyen sin dudas una magnífica visión de una época de esplendor y fantasía.
El elevadísimo costo de su construcción (entre otros) fue el pretexto con el que los opositores derrocaron a Luis II acusándolo de derrochar los erarios públicos. Hoy en día, es la postal más conocida de esta región alemana, y la visita de millones de turistas representa un cuantioso aporte a los ingresos del estado estimados en millones de dólares.
Recorrer Baviera es asombrarse con su geografía, con la espontaneidad y alegría de su gente, con magníficos exponentes de un pasado histórico colmado de fascinantes anécdotas y acontecimientos.
Neuschwanstein (el Castillo del Cisne Negro) te espera para deslumbrar tus sentidos y transportarte a la magia que aún habita entre sus espléndidos corredores.
